lunes, 27 de julio de 2009

Una noche como 'valet parking', nueve horas parqueando autos



Estacionar vehículos es más difícil y extenuante de lo que parece. Pero USD 50 por una noche y la urgencia económica de USD 80 para reparar un daño en mi vehículo resultaban demasiado tentadores como para despreciarlos. Sonaba a ganga…

Aquella fue una intensa semana de labores, con trabajo de adelanto y un matrimonio imperdible del sábado, por lo que la noche de ese viernes se perfilaba ideal para descansar.

Sin embargo tocó dejar de lado la pereza para contestar la invitación, que vía celular, me planteó un primo. Ésta era, básicamente, estacionar carros en una fiesta que se desarrollaba esa noche en Jardines de San Joaquín (Cuenca).

Apenas eran las 19:30 cuando junto a cinco amigos empezamos a ordenar las tarjetas de parqueo, el tablero para colgar las llaves de los autos y a definir las posiciones que ocuparíamos las próximas horas. El mecanismo era sencillo, pero la expectativa crecía mientras escuchaba las anécdotas que brindaban los sistemas de alarma.

Cuando sentí que esa noche tendría un problema fue cuando vi que algunos de los más ‘expertos’ traían consigo enormes chompas y gorros de lana que dejaban en sus autos para cuando el frío de la madrugada se torne difícil de tolerar.

A las 21:00 los primero invitados empezaron a llegar. Tomé el moderno jeep de un ex presidente de la Casa de la Cultura del Azuay y lo estacioné sin problemas. Dejé la respectiva tarjeta en el parabrisas y adjunté la otra a las llaves que colgué después en el respectivo tablero. Había cumplido mi primera misión.

Todo marchaba bien hasta que me tocó parquear un viejo auto Lada que tenía un embrague tan firme como una roca, el freno casi estropeado y la palanca de cambios con un peligroso bamboleo fruto del desgaste de sus piezas. Una sonora aceleración causó la risa de mis flamantes colegas y aumentó mi nerviosismo. Con cuidado disimulé mi desafortunada maniobra, estacioné el auto y fui por el siguiente.

Los novios bailaron el vals y la música tropical empezó a dibujar las primeras siluetas festivas en la ventanas del local… mi cuerpo pedía fiesta y sobra decir que los whiskys de la fiesta nunca llegarían donde nosotros. En compensación, dos de los ‘valets’ fuimos designados para comprar un naipe, tabacos y hot dogs. La idea era engañar al estómago hasta la cena.

En la casa adjunta al salón de recepciones, ubicada estratégicamente para ver la fiesta y los autos, organizamos una partida de póquer que por el frío no duró más de una hora. A la medianoche comprendí la importancia de las chompas y los gorros de lana. Yo sólo soplaba mis manos y fumaba para encontrar algo de calor.

Una entrada de mariscos, un plato con dos porciones de carne, una ensalada agridulce y arroz compuesto, fue lo más cerca que estuvimos de la fiesta. Claro que nuestros platos estaban dispuestos sin orden en una mesa de aluminio en la cocina del local.

Era lo mismo que en el salón principal comía un ex vicepresidente de la República, dos rectores de la universidades locales y una decena de ex diputados, pero podría jurar que en esa cocina el sabor era distinto.

Luego de saciar el apetito y de encender probablemente el quinto cigarrillo de la noche sólo nos restaba esperar que la fiesta se acabe, entregar sin tropiezos los autos y a dormir. Al día siguiente debía regresar allá, pero como invitado al matrimonio de un primo.

Pero los planes no se cumplieron necesariamente con esa lógica. La fiesta debió estar genial porque a las 02:30 la primera pareja solicitó su vehículo. Era el momento de improvisar los improvisados cursos sobre alarmas de vehículos que recibí unas horas antes.

El tercer vehículo que entregué fue el que confirmó mi pesimismo y desnudó mi falta de capacitación en alarmas. Recibí las llaves de un Volkswagen Golf blanco con un sistema de alarma muy extraño… presioné todos lo botones y pero el mecanismo no liberaba los seguros, medio desesperado abrí la puerta con las llaves y una avalancha de pitos, luces y chillidos puso mi adrenalina al límite.

Ignoré el ruido y encendí el auto. Parecía un carnaval o una campaña política, pero llegué con el auto hasta donde su propietario. Él había celebrado mucho esa noche y con su voz trabada me reclamaba airado por la demora y me amenazaba. Su esposa me salvó, logró silenciar el auto y llevar a casa al iracundo ciudadano.

Con relatos graciosos sobre el incidente logré que mi amigos piensen que no me afectó. No obstante yo concentraba mis malas vibraciones contra aquel tambaleante hombre, al que insulté con fervor en mi interior. ¡Pudo ser más amable considerando la complejidad de su mecanismo de alarma!

Disimulando mi mal genio e impotencia evadí todo lo posible entregar los vehículos. No pude liberarme de otros cuatro, pero en contraste con estos obtuve USD 7 en propinas. Un valor agregado que no había planeado.

Es noche no aprendí sobre alarmas, ni me convertí en un mejor conductor. Pero comprendía la importancia de ser amable con el personal de servicio en restaurantes, bares, hoteles… al final, ellos dejan de lado su diversión para satisfacer el bienestar de desconocidos.

Fue todo, salí hacia mi casa a las 04:30, cansado, con sueño, con frío y con la sensación de que esos USD 50 no fueron ninguna ganga.
Una del 2006, publicada en El Tiempo

jueves, 16 de julio de 2009

Moteles, la rutina entre los gemidos y la pasión



Los gemidos llenan el interior del pasillo central, pero a los empleados del motel El Edén parece no importarles. Han aprendido a trabajar con esos ecos sin inmutarse.
Los únicos sonidos que les alertan son los del teléfono, por el que reciben los pagos, el crujir de la puerta metálica que se activa y el de los autos que se alejan.

Es que cuando acaban los gemidos y se pierden los autos, en los moteles hay una especie de ritual que se repite como una coreografía bien ensayada.

Dos empleadas entran con juegos de toallas fragantes, sábanas y cubrecamas y mientras una los reemplaza la otra desinfecta el baño, la tina, el lavamanos, el jacuzzi. Trapean el piso, barren el garaje, desocupan las papeleras y salen.

En cuestión de cinco minutos la habitación está lista para que una nueva pareja llegue para cumplir un sueño de amor furtivo, algo nuevo o, como muchos, a engañar a sus parejas sin el riesgo de ser descubierto.



Para ellos: clientes y empleados, la confidencialidad es una especie de credo. A los segundos no les interesa saber quién, cómo o en qué llegó -o por lo menos así lo pretenden- y mientras un auto llega los encargados siguen doblando sábanas, limpiando habitaciones o aromatizado los baños.

Eso sí, nadie entra a una habitación antes de cerciorarse por radio que está libre. Según Ermel Ortiz, administrador del negocio “el cliente paga por seguridad y buena atención, pero sobre todo privacidad”.

Una privacidad que permite que además del servicio de bar y comida rápida, moteles como La Luna incluyan en su oferta juguetes sexuales como consoladores, vibradores, ropa comestible, disfraces, cremas, energizantes, preservativos y juegos como arneses, esposas y camas para practicar diferentes posturas.

La clientela es muy variada. “Ha habido ocasiones en las que llegan parejas de hombres, de mujeres, una chica y dos hombres, un hombre con dos chicas, con tres, parejas de ancianos, ancianos y jóvenes, grupos mixtos”, dice el propietario de La Luna, Jorge Cobos, quien obtiene nuevas ideas en sus permanentes viajes a Bogotá y Cali, las mecas latinoamericanas de estos negocios.

En estos dos locales todo parece armado para despertar el erotismo: esculturas desnudas, piletas y luces de neón adornan los jardines. Mientras que espejos, música ambiental y televisores con canales para adultos, crean el ambiente las habitaciones.
Las Retamas, Los Pinos y Las Vegas completan la oferta del amor entre el sector de Capulispamba y El Descanso, son locales que además del compromiso de privacidad ofrecerán este 14 de febrero bombones, rosas y cocteles de cortesía a sus clientes.



Inversión de migrantes

La Luna, El Edén y Las Vegas han sido la mejor opción que encontraron sus propietarios para invertir el dinero obtenido con años de trabajo en Estados Unidos o Europa, sitios de donde además obtuvieron las ideas.

José y Jhon Latacela, decidieron que la mejor oportunidad para mantener su capital era instalar un motel, o hotel de carretera como explica el enorme letrero de da la bienvenida a este local llamado Las Vegas ubicado en la zona de El Descanso.

En El Edén la historia es similar, apenas en agosto abrieron sus puertas luego de una inversión aproximada de 900 mil dólares, ahora el mayor accionista Abraham Ortiz, vive en Estados Unidos y su hermano Ermel lo administra.

Con un sistema similar bajo la administración de Jorge Cobos, La Luna también a incrementado sus servicios y hace menos de un año amplió una segunda ala de habitaciones. Ahora son 42 habitaciones y suites.

Sobre todo en La Vegas, el uso no es exclusivo para parejas en busca de privacidad para sus encuentros íntimos, sino también acuden viajeros que buscan un sitio económico y seguro para pasar la noche antes de continuar su viaje, por lo menos así lo aseguran sus propietarios.


DATOS ADICIONALES
Los días en los que mayor movimiento se registra son los jueves, viernes y sábado. Estos locales abren sus puertas al público todo el día.

Los clientes piden una habitación desde su auto por medio de un intercomunicador, al pagar su cuenta reciben una tarjeta que activa la salida.

Todos ofrecen servicio de bar y comida rápida. En La Luna se ofrece además juguetes sexuales, cremas y estimulantes.

En El Edén y La Luna los autos quedan atrás de unas puertas metálicas, en Las Retamas, Los Pinos y Las Vegas, tras cortinas.

Publicado en El Tiempo (10-02-08). Fue mi nota de despedida.
Fotos: www.infotourecuador.com y www.cuencanos.com

Diferencia entre Web 1.0 - 2.0 y 3.0

sábado, 11 de julio de 2009

¿Quién culpó a Papá Noel?



Dieguito, es un niño, tiene seis año y no lo sabe, pero como mucho a su edad vive en un engaño. Y los autores intelectuales de esa mentira, o quizá chantaje, son sus padres.

Esto ocurre de septiembre a diciembre todos los años. Su ropa debe permanecer impecable y debe comer todo lo que ellos le brinden (independientemente de su valor nutritivo o sabor), ni siquiera puede pelear con sus hermanos… romper algún adorno de la casa, ni hablar. La pena para sus travesuras será, se lo recuerdan siempre, quedarse sin juguetes el día de Navidad.

Producto de este chantaje emocional, el niño con su afán consumista cambia efectivamente su comportamiento. Claro que el precio es una serie de improperios y amenazas violentas a ese cándido y bonachón viejito al que todos llaman Papá Noel. Él, a propósito, ni siquiera se entera del odio que llega a despertar en esas chantajeadas criaturas.

“Si no te portas bien Papá Noel no va a venir este años”… el resultado, un sonoro ‘buaaaaaa’ y el comportamiento del chantajeado párvulo se modera el punto de convertirse en un robot que no juega, experimenta o rompe nada…

Los más intrépidos aciertan a decir “no me importa que no venga ese viejo”. Claro, se basan en las experiencias de sus amiguitos que pese a portarse mal durante todo un año obtuvieron el último muñeco de Batman (con batimóvil y batichica de a mini incluidos), el carro a control remoto que cambia de forma como el carismático ‘Optimus Prime’ o esa bicicleta con frenos de disco cuadro de titanio que mientras más completa menos pesa…

A Papá Noel, por su lado, parece no importarle nada (claro, ni siquiera se entera). Él mira a estos alienados jovencitos desde la iluminadísima vitrina de la juguetería, parece indiferente al sufrimiento de los pequeños a los que les cuesta portarse bien, o al de los padres que este año parece que no les alcanzará ni para la cena.

Este personaje fue creado como un ícono de la Navidad, como un símbolo de generosidad y de fiesta, no como un ser represor que castigará a los niños que se porten mal.

Casi podría segurar que si existiese sabría que la naturaleza de un niño es jugar, hacer travesuras, explorar, correr, ensuciarse la ropa o fingir situaciones extraordinarias de las que siempre saldrá bien librado. A fin de cuentas es su imaginación y esta debe volar, así eso implique correr, lastimarse o convertir en pedazos algunos de esos objetos que tan delicadamente embellecen nuestra sala.

Al hacerlo aprenderá lecciones invaluables para su posterior adultez. Si no lo hace, por lo menos queda la seguridad de que se divirtió.

La Navidad, además de sostener el año comercial, está ideada para despertar sensaciones, provocar lágrimas y risas, dejar aflorar sentimientos que en esa fecha se vuelven más reales. A pesar del sentido comercial que le hemos dado los imperfecto seres humanos.

martes, 7 de julio de 2009

Por suerte es inevitable



Andrés era un muchacho que andaba todo el día en bermudas, o un pantalón parchado en las rodillas, y camiseta (generalmente el mismo conjunto tres o cuatro días), con gorra en el mejor de los casos, o sólo despeinado, los cabellos pegados por el sudor de los interminables partidos de fútbol o los paseos en bicicletas. Llevaba en sus bolsillos monedas, pelotas, chicles, un anillo mágico, un iPod descompuesto.

En realidad no sufría por nada. Le daba igual si tenía o no gel para el cabello, si tenía dinero, si el presidente es fulanito o zutanito, le daba igual el tamaño o la firmeza de cualquier ‘derrier’… Todo era paz en la vida de Andrés, hasta que un día…
Un maldito día…

Él solo empezó a desmoronar su paraíso, igual que un día lo hizo Adán al comerse esa sabrosa manzana (que no era exactamente una manzana).

Pero la culpa no es suya, los culpables… o mejor dicho LAS culpables son esa Evitas, que anda por allí con sus manzanas tentando a los muchachos de bien como Andrés. Ya sea con sus vocecitas chillonas, sus delicados aromas, sus relativas inteligencias, sus caritas lozanas, sus… sus… Como diría algún poeta de esquina “sus frescos racimos”.

Estas despiadadas criaturas hacen que a los Andreses ya no les importe el fútbol, las bicis o las cometas. O ninguno de esos elementos fundamentales en el desarrollo del hombre como persona.

Los Andresitos, atrapados bajo la influencia de esas mentes criminales, empiezan a renegar de su condición de niños y se autodenominan jóvenes. Ya no quieren estar sucios no oler a fútbol; lo que quieren es verse grandes (aunque casi nunca superan el metro y medio de altura).


Es más, cuando tienen un contacto cercano con esas criaturas, que antes detestaban, sus manos se ponen sudorosas y empiezan a sentir algo así como cosquillas en sitios que hasta entonces estaban destinados, digamos, al desfogue de aguas servidas.

Su propósito ya no es andar hacer ‘caballito’ en la bici o hacer el mismo gol que hizo Messi el último domingo… su propósito es verse lindos, bien peinados, con las camisetas y los peinados de los conductores de MTV o de los grupos que se presentan en ese canal.

El asunto no es tan grave hasta ahora. Pero esas Evitas se convierten prácticamente en su razón de ser. Aún cuando son jóvenes, adultos, maduros, ancianos… y si hay otra vida probablemente todo se repita otra vez, otra, otra y otra. Sin que nadie pueda hacer nada… ¡Afortunadamente!

En la infinita sabiduría de la naturaleza, o de Dios, de quien usted prefiera… Palmo a palmo ellas empiezan a ceder terreno, pero no mucho, nunca demasiado, lo suficiente como para que Andrés se siente libre pero ella sepa que no es así. ¡Pobre Andrés!

Al final, casi siempre un Andrés termina casado con alguna Eva, pero contrariamente al cliché de Disney, no viven felices para siempre… Pelean, tal vez se separan, casi seguro que regresan, tienen hijos, no les alcanza la plata, otra vez pelean, se vuelven a reconciliar, insultan a los políticos, se quejan del Gobierno, se dan unos besos…



Esto no es nada, lo difícil es cuando sus Andreses y Evas llegan sigilosamente, sin que nadie se dé cuenta, a la adolescencia. Es ahí cuando deberán mostrar su verdadera inteligencia, principios, valentía, amor, tolerancia, madurez, apertura, disciplina… Si superan esta época es probable que nada los frene hacia una apacible vejez.

lunes, 6 de julio de 2009

El corazón de la pulga



Todos saben lo que es una pulga. Ese ser minúsculo de muchas patas y gigantescos saltos, la pesadilla de muchos animales (en especial de los perros). En fin, una noche una decidió abandonar a mi perra y darse un banquete en mi cama.

De pronto un sacudón, las sábanas vuelan por la habitación… Empieza un acto de salvajismo e incomprensión. Los insultos, que normalmente no sería capaz de atribuirle a mi más jurado enemigo, resuenan como ecos en mi cuarto. Una vez que ya nada está en su sitio empecé mi búsqueda de la ágil y astuta pulga que usó en beber una gota de mi sangre.

Claro, ignoraba que su huída empezó a la par de los insultos y que quizá ese saciado ser me miraba atónito gritar en calzoncillos, probablemente con lágrimas en sus minúsculos ojos.

Ese momento una segunda ronda de insultos evidenció mi frustración y su astucia…

Minutos más tarde, acostado en una desarreglada cama, pensé en mi injusticia. Digo, la pulga es una creación de Dios y por lo tanto tiene necesidades como todos: comer, dormir, enamorar a una pulguita…

Y yo molesto por una gota de sangre. Que tan devastador seré que no contento con usar desodorante en spray o manejar un auto a carburador, no tengo dudas de que los platos que más disfruto tienen como materia prima una animal muerto.

Una gota de sangre… ¿Qué debería decirme un cerdo en Carnaval o un camarón que perdió a su familia para que yo cure un chuchaqui.

Estaba a punto de conciliar otra vez el sueño, cuando en uno de esos instantes de inspiración divina (o algo por el estilo) tomé una decisión transcendental en mi vida, porque eso de no comer carne definitivamente no es mi estilo. Cuando una pulga me pique, en lugar de insultarle le diré ¡Buen provecho!

EL MUNDO SEGUN CASCIARI



Por Hernán Casciari. (le descubrí hoy...)
http://orsai.es
http://orsai.es/

Leí una vez que la Argentina no es mejor ni peor que España, sólo más joven. Me gustó esa teoría y entonces inventé un truco para descubrir la edad de los países basándome en el 'sistema perro'.

Desde chicos nos explicaron que para saber si un perro era joven
o viejo había que multiplicar su edad biológica por 7. En el caso de los países hay que dividir su edad histórica entre 14 para saber su correspondencia humana.

¿Confuso?
En este artículo pongo algunos ejemplos reveladores.

Argentina nació en 1816, por lo tanto ya tiene 190 años. Si lo dividimos entre 14, Argentina tiene 'humanamente' alrededor de 13 años y medio, o sea, está en la edad del pavo.
Es rebelde, pajera, no tiene memoria, contesta sin pensar y
está llena de acné (¿será por eso que le dicen el granero del mundo?
Casi todos los países de América Latina tienen la misma edad y, como pasa siempre en esos casos, forman pandillas.

La pandilla del Mercosur son cuatro adolescentes que tienen un conjunto de rock. Ensayan en un garaje, hacen mucho ruido y jamás han sacado un disco.

Venezuela, que ya tiene tetitas, está a punto de unirse a ellos para
hacer los coros. En realidad, como la mayoría de las chicas de su edad, quiere tener sexo, en este caso con Brasil, que tiene 14 años y el miembro grande.

México también es adolescente, pero con ascendente indígena. Por eso se ríe poco y no fuma ni un inofensivo porro, como el
resto de sus amiguitos, sino que mastica peyote, y se junta con Estados Unidos, un retrasado mental de 17, que se dedica a atacar a los chicos hambrientos de 6 añitos en otros continentes.

En el otro extremo está la China milenaria. Si dividimos sus 1,200
años por 14 obtenemos una señora de 85, conservadora, con olor a pipí de gato, que se la pasa comiendo arroz porque no tiene -por ahora- para comprarse una dentadura postiza.
La China tiene un nieto de 8 años, Taiwán, que le hace la vida imposible.

Está divorciada desde hace rato de Japón, un viejo cascarrabias, que se juntó con Filipinas, una jovencita pendeja, que siempre está dispuesta a cualquier aberración a cambio de dinero.

Después, están los países que acaban de cumplir la mayoría de edad y salen a pasear en el BMW del padre. Por ejemplo, Australia y Canadá, típicos países que crecieron al amparo de papá Inglaterra y mamá Francia, con una educación estricta y concheta, y que ahora se hacen los locos.

Australia es una pendeja de poco más de 18 años, que hace topless y tiene sexo con Sudáfrica; mientras que Canadá es un chico gay emancipado, que en cualquier momento adopta al bebé Groenlandia para formar una de esas familias alternativas que están de moda.

Francia es una separada de 36 años, más puta que las gallinas, pero muy respetada en el ámbito profesional. Tiene un hijo de apenas 6 años: Mónaco, que va camino de ser puto o bailarín... o ambas cosas. Es amante esporádica de Alemania, camionero rico que está casado con Austria, que sabe que es cornuda, pero no le importa.
Italia es viuda desde hace mucho tiempo. Vive cuidando a San Marino y al Vaticano, dos hijos católicos idénticos a los mellizos de los Flanders. Estuvo casada en segundas nupcias con Alemania (duraron poco: tuvieron a Suiza), pero ahora no quiere saber nada con los hombres.

A Italia le gustaría ser una mujer como Bélgica: abogada, independiente, que usa pantalón y habla de política de tú a tú con los hombres (Bélgica también fantasea a veces con saber preparar espaguettis).

España es la mujer más linda de Europa (posiblemente Francia le haga sombra, pero pierde espontaneidad por usar tanto perfume).. Anda mucho en tetas y va casi siempre borracha.
Generalmente se deja follar por Inglaterra y después hace la denuncia.

España tiene hijos por todas partes (casi todos de 13 años), que
viven lejos. Los quiere mucho, pero le molesta que, cuando tienen hambre, pasen una temporada en su casa y le abran la nevera.

Otro que tiene hijos desperdigados es Inglaterra. Sale en barco por
la noche, se tira a las pendejas y a los nueve meses aparece una isla nueva en alguna parte del mundo. Pero no se desentiende de ella. En general las islas viven con la madre, pero Inglaterra les da de comer. Escocia e Irlanda, los hermanos de Inglaterra que viven en el piso de arriba, se pasan la vida borrachos y ni siquiera saben jugar al fútbol. Son la vergüenza de la familia.

Suecia y Noruega son dos lesbianas de casi 40 años, que están
buenas de cuerpo, a pesar de la edad, pero no le dan bola a nadie. Cojen y trabajan, pues son licenciadas en algo. A veces hacen trío con Holanda (cuando necesitan porro); otras, le histeriquean a Finlandia, que es un tipo medio andrógino de 30 años, que vive solo en un ático sin amueblar y se la pasa hablando por el móvil con Corea.

Corea (la del sur) vive pendiente de su hermana esquizoide. Son
mellizas, pero la del norte tomó líquido amniótico cuando salió del útero y quedó estúpida. Se pasó la infancia usando pistolas y ahora, que vive sola, es capaz de cualquier cosa.

Estados Unidos, el retrasadito de 17, la vigila mucho, no por miedo, sino porque le quiere quitar sus pistolas.

Israel es un intelectual de 62 años que tuvo una vida de mierda.
Hace unos años, Alemania, el camionero, no lo vio y se lo llevó por delante. Desde ese día Israel se puso como loco.
Ahora, en vez de leer libros, se lo pasa en la terraza tirándole
piedras a Palestina, que es una chica que está lavando la ropa en la casa de al lado.

Irán e Irak eran dos primos de 16 que robaban motos y vendían los
repuestos, hasta que un día le robaron un repuesto a la motoneta de Estados Unidos y se les acabó el negocio. Ahora se están comiendo los mocos.

El mundo estaba bien así, hasta que un día Rusia se juntó (sin
casarse) con la Perestroika y tuvieron como docena y media de hijos. Todos raros, algunos mongólicos, otros esquizofrénicos.

Hace una semana, y gracias a un despelote con tiros y muertos, los
habitantes serios del mundo descubrimos que hay un país que se llama Kabardino-Balkaria. Un país con bandera, presidente, himno, flora, fauna....y ¡hasta gente!

A mí me da un poco de miedo que aparezcan países de corta edad, así, de repente. Que nos enteremos de costado y que, incluso, tengamos que poner cara de que ya sabíamos, para no quedar como ignorantes Y yo me pregunto:

¿Por qué siguen naciendo países, si los que hay todavía no funcionan?