domingo, 29 de abril de 2007

Divas de tecnocumbia, un derroche de sensualidad y provocación


Caramelo Caliente fue uno de los primeros exponentes del género en la ciudad. Hoy cobran más de mil dólares por cada presentación


La transformación de una humilde joven en una diva de la tecnocumbia toma su tiempo. Son las 14:00 y mientras Fernando Panjón alista la buseta para partir hacia una presentación en la fábrica Guapán, las seis integrantes de Caramelo Caliente viven unos minutos de verdadero vértigo.


Mientras Verónica Vera y Karina Zamora pulen sus rostros con base, labial y sombras, en una habitación adjunta Marlen Jaramillo se coloca el “top” blanco con lentejuelas, un minúsculo “short”, un cinturón de terciopelo con flecos y las botas blancas de corosil que sobrepasan sus rodillas. Su pequeña hija Camila aprueba su apariencia. Está lista.

En la sala de ensayos Eva Trigoso y Engyee Albán hacen lo propio y salen a la pequeña sala de D´Fabis producciones con un largo abrigo azul con los logos de la productora y del grupo. Minutos más tarde llega Erica Mejía, la única cuencana del grupo; ella está lista. Sólo resta esperar el vehículo.

40 minutos de viaje
Son casi las 15:00 cuando el conductor llega e invita a las divas al vehículo. Suben así, con sus esculturales y pronunciadas figuras medio descubiertas, sus rostros con impecable maquillaje y la cabellera inmaculada. Todas usan lentes de contacto verdes y tienen el cabello teñido con rayitos, reflejos y tintes totales de rubio, castaño, rojo y hasta morado.
Minutos de relajación

Durante el viaje de 40 minutos las jóvenes dejan de lado las poses y las bromas empiezan a fluir. La coquetería inocente es recurrente.

Hablan de las fiestas, de los ebrios que intentan propasarse y de las mujeres que las llaman “lluchisiques”. Admiten que sus poses podrían causar celos, aunque insisten que la actitud provocativa está reservada para el escenario: “debes enamorar al público, pero a la vez mantener la distancia”, dice Verónica Vera, una guayaquileña de 21 años que lleva tres radicada en la ciudad.

Son 15:30 cuando la furgoneta llega a su destino, donde los ansiosos obreros las reciben. En la fábrica se celebraba el día del trabajador cementero, y algunos estaban pasados de copas. Atentos saludos y besos volados recibían a las atractivas artistas, quienes desde su asiento correspondían las atenciones.

Tras un corto diálogo con los organizadores y luego de cobrar por adelantado los mil dólares que supone la presentación, uno de los empleados que acompañan a las jóvenes las exhorta a bajar.

Ellas se toman unos minutos para arreglar los últimos detalles de sus vestimentas, peinados y maquillajes. Alrededor del vehículo se ha formado un ruedo de atentos espectadores.

Flashes iluminan sus rostros
Una por una bajan las divas y muchos no desperdician la oportunidad para fotografiarse junto a ellas. Celulares y pequeñas cámaras son las indicadas para obtener un recuerdo de sus estrellas de la tecnocumbia, sentir su aroma y quizá cumplir un anhelo.

Faltan pocos minutos para que sean las 16:00 y el espectáculo ha iniciado. Con sus minúsculos trajes y provocativas letras, las seis bellas son el centro de la atención. Algunos comentarios con alusiones sexuales son inevitables entre los asistentes.

Sobre las tablas las esculturales figuras que se contorsionan en sugerentes movimientos y provocan la emoción del público. Los gritos de “Déle, déle, déle… Rico, rico, rico…” alertan a los espectadores que para ese momento están frente al escenario intentando cazar una mirada de las divas.

La vocalista exhorta al público a bailar y aunque es probable que por la distancia no distinga los rostros, califica a sus espectadores como “guapo o papi”, mientras les lanza besos volados.

Los más entusiastas suben al escenario en medio del espectáculo, las invitan a bailar, les brindan una copa u optan por sus minutos de fama y emulan las contorsiones en medio del grupo. Es necesario que la anfitriona del evento amenace con terminar el concierto si la gente no abandona el escenario.

El final
El reloj marca las 17:30 cuando Caramelo Caliente se despide del público. Ahora un obrero resguarda el ingreso al escenario y nadie las interrumpe mientras se colocan sobre sus sensuales figuras los abrigos azules y se enfilan hacia el vehículo.

El acompañante que cobró el dinero y tocó las pistas de las canciones hace de guardaespaldas y en medio de los admiradores que casi han cerrado el paso hacia la furgoneta, abre espacio a las chicas.

Los maquillajes y los teñidos cabellos ya no son tan impecables, sus rostros denotan cansancio y el cielo empieza a oscurecer cuando el viaje de regreso inicia. Pero los ánimos no han decaído, los cometarios sobre el espectáculo, las bromas y los planes para la siguiente jornada les ocupa todo el viaje.

Fernando Panjón deberá dejarlas en sus casas y una vez más preparar el vehículo para la próxima jornada.

2 comentarios:

ddevil dijo...

hola. que suerte usted tiene a conocer las muchachas. yo les vi dos veces en ecuador pero como ya vivo en nueva york no a pudedo ir a ver las en concierto. pero bueno usted tenia suerte que no tengo para hablar con ellas asi. que buen blog escribio

Evelyn jazmin dijo...

Caramelo caliente buelvan so las mejores